La vida es un camino en el que acumulamos vivencias que acaban constituyendo nuestra memoria, nuestros recuerdos. Al final de ese camino sólo nos quedan los recuerdos y son ellos los que fundamentan nuestros sentimientos. Ellos alimentan nuestra existencia y en su recuerdo encontramos alegría, felicidad, miedo, tristeza, amor… Y siempre el recuerdo se aferra a un momento determinado y a personas concretas, justo aquellas que motivaron el sentimiento que guardamos en nuestra memoria. Sin los recuerdos no somos nada. Mejor dicho, dejamos de ser lo que fuimos y pasamos a ser un recipiente vacio que quizá no tenga tiempo de volverse a llenar. Algunas enfermedades son tan crueles que prácticamente extinguen al individuo matando su memoria y borrando sus recuerdos. Vacían a la persona para dejar un cuerpo conocido pero con una persona extraña al cuidado de aquellos que, ya sin saberlo, conformaron los recuerdos que la enfermedad arrebató.
El último viaje, el del barquero Caronte, por el lago Estigia es el que nos acaba de arrebatar todos los recuerdos y mata lo que fuimos. La bebida que Caronte entrega a sus pasajeros borra con su ingesta todos los recuerdos y acaba con la persona. El final del viaje, el embarcadero al que Caronte conduce a su pasaje dependerá de lo bueno o malo que en vida se haya hecho. Pero ninguno de los fenecidos clientes de Caronte guardará en su memoria recuerdo alguno. Con cada una de las gotas del brebaje se disipan personas, momentos, llantos, risas, gozos, lamentos, lugares… Nada queda. Pero alguien, que mucho amó, se empeño en llevarse al destino que el último tránsito del barquero determinara algunos de sus recuerdos. Ella se propuso no apurar el vaso y guardar apenas unas gotas. Y esas gotas conservaron el nombre de su amado, los momentos en que ambos se fundieron fruto de su amor, los lugares que juntos exploraron. Su propósito de engañar a Caronte fue compartido con su amado y éste, llamado también por Caronte a realizar el viaje por Estigia hizo lo propio, reservando, igual que su amada, las mismas gotas sin que Caronte se percatara de la falta de sed suficiente. Así, engañando ambos a Caronte, evitaron que sus recuerdos se convirtieran en nada, que dejaran de ser algo para convertirse en vacío. Cada uno, salvando al otro en esas gotas, preservó el recuerdo de su amado y la felicidad de su amor. De ese modo, ambos se salvaron, pese a Caronte.
2 comentarios:
Pues mal lo pone Caronte, encima de que te cobra por el viaje te da una bebida de mala calidad!
Relato que ya conocía pero ignoraba el detalle de la bebida.
Me gusta la idea de no beber todo el contenido de la copa.
Creo que no beberé nada.
Yo, amig@ anónim@, dejaré de beber esas gotas que mantengan el recuerdo de la persona que motivó mi escrito, pese a todo.
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